jueves, 10 de septiembre de 2009
Huellas
Ayer las vi. Por un momento, me pregunté, ¿cómo sería estar en su lugar? ¿Qué sienten?, ¿qué piensan? El momento de curiosidad fue corto, ya que apareció con urgencia y necesidad, el momento de agradecer.
Miré hacia mi izquierda y pude notar que tu pelo, aún sigue brillando. Corto, disimulado con una bufanda, pero está, que es lo importante.
Miré hacia mi derecha y te vi sonriendo. ¿Cómo has logrado no desterrar ese gesto de tu cara? ¿Cómo te quedan fuerzas si de un día para el otro, descubriste que te habías quedado sola? No estas disimulando, simplemente ha sido un instante en el día, en que has podido olvidar. ¡Qué bueno, me alegro tanto!
Vuelvo la cabeza hacia ambos lados y me siento rodeada por dramas ajenos, pero tan cercanos.
Vas a empezar a perder fuerzas. Indiscutiblemente, se te va a caer el pelo y habrá días en que te vas a sentir agotada sin haber hecho nada. Y te queda lo peor, explicarle a tu hijo, que mamá está enferma, que tal vez...
¿Cómo les expresaste a tus hijos, que su padre se ha ido y no que va a volver? ¿Cómo vas a acostumbrarte a la idea?, si es que uno puede acostumbrarse. La soledad repentina, que no la llenan los hijos ni los amigos. La soledad de los fines de semana, que es cuando se está en familia. La soledad cuando un hijo se enferma o cuando tiene un problema en el colegio. Él se fue. Papá se ha ido al cielo.
A veces es tan corto el camino, que no da tiempo para despedirse, ni para arrepentirse de esos errores, que vuelven cada día, para recordarnos que los cometimos. No da tiempo para cambiar, ni para dejar los vicios.
A veces es tan corto, que no da tiempo para dejar huellas. De las que marcamos en los demás, para el resto de su camino.
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1 comentario:
Las mejores huellas que dejamos son nuestros actos de fe en los demás.
Interesante blog.
Saludos...
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