Te miro detenidamente. Quiero saber qué estás pensando. Tu mente es un lugar inexplorado por mi, a diferencia de tu cuerpo. Claro, no teníamos tiempo como para detenernos en los detalles. Para qué conocernos íntimamente, si se suponía, sería una relación fugáz. Y lo fue.
Hacía tanto que no te veía, que hoy te estoy estrenando. Una nueva mirada, un nuevo corte de pelo. Y noto un dejo de tristeza en tus ojos. Quizás sea la culpable. ¿Nunca me perdonáste?
Yo pude olvidar lo que me hiciste, pero parece que vos, no has logrado desterrarme de tu vida. Y analizo y
comparo las culpas.
Me empujáste a la lujuria, sin frenos ni escrúpulos. Lo disfruté y lo sabés. Me enamoráste sin promesas felices. Lo acepté sin pensar. Me olvidé de quién era, de mi vida, de mis cosas y me entregué. Inconsciente, no medí consecuencias ni riesgos. Dejé de pertenecerme, para ser sólo tuya, y me tomáste.
Yo, tomándo distancia, viendo el horizonte desdibujarse poco a poco, decidí alejarme. Sólo un beso dulce, húmedo y triste, fue nuestro último contacto. Y me fui sin darme vuelta, para no arrepentirme, para no volver a caer en tu juego de seducción. Sólo volví a mirarte desde la vereda y ahí estabas, asomado a la ventana, despidiéndome sin gestos, más que con tu mirada. Sabías que no volvería, pero te pertenecí. Te lo puedo asegurar.
Y ahora vuelvo a encontrarte y siento que te convertí en una persona triste, lo puedo notar.
Las únicas palabras que salieron de tus labios, cuando nos cruzamos fueron: "Hola. Sabés que cuando te recuerdo, sólo puedo pensar en cosas buenas."
Las únicas palabras que salieron de los míos: "A mi, me pasa lo mismo."
Sigo mirándote y decido en un segundo, seguir con mi vida, segura, sin mentiras, tranquila. Sé que si te hubiese dado una mínima señal, estaríamos repitiendo el pasado.
¿El error del pasado? No. El error, solamente, sería repetirlo.
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