Ayer recibí la llamada tan esperada durante siete u ocho años. Preparé tu bolso nerviosa, mezclándo lágrimas con sonrisas ansiosas. Hoy te voy a buscar.
He llegado media hora antes a la cita, no podía esperar en casa, prefiero esperar cerca tuyo.
Me llaman y me acercan a un vidrio. Te señalan, me miran. Quieren ver mi reacción, la que será parte también de tu legajo. Los ojos se me llenan de lágrimas nuevamente.
Te miro, ya casi sos mío y yo tuya. Toda tuya.
Toco el vidrio como si fuese parte de tu cuerpo y pienso, todo lo que te voy a querer, todo lo que te voy a cuidar. Te prometo que vas a tenerme siempre, que vas a ser la persona más importante para alguien. Yo te voy a hacer sentir así. Vamos a jugar, a ver películas, a salir de paseo. Todo lo que alguien se negó a darte, siendo su responsabilidad, yo te lo voy a dar. Y se lo estoy agradeciéndo profundamente.
¿Qué egoísta no? Agradezco que te haya despreciado, que te esté dejando solo. Gracias a esa extraña persona, hoy, soy la mujer más felíz del mundo.
Hoy voy a ser mamá y vos, vas a volver a ser hijo.
1 comentario:
Paula, que lindo lo que escribiste, me encantó y me puse a pensar en la suerte que tuvimos nosotras. Un beso. Luz
Publicar un comentario