Nos fuimos 3 días a descansar de un par de cosas, de esas que no dejan dormir bien. Esas que hacen que se enrede el criterio y uno no distinga entre lo importante y lo pasajero. Esas, que se desvanecen con el tiempo y después recordándolas uno piensa... ¿por qué le di tanta importancia?
Y mirando la inmensidad del mar pensé. Y me comparé. Y sufrí y también lo disfruté.
"Escapada", buen término para describir la huida de lo que uno no quiere ver o padecer. Huida de la rutina. Pero como el mar, uno va y tiene que volver. Da y toma. Se enoja y se calma. Se cae y debe pararse.
Puedo embestir a la vida por diferentes costados pero nunca jamás salir totalmente entera si quiero conseguir ser escuchada.
Quisiera muchas veces mojar y no salpicar. Romper con la fuerza de un tsunami y no ser onda calmada sólo en la superficie.
Quisiera que mis corrientes internas pudieran aflorar sin explosiones ni contenciones. Quisiera aprender a interpretar mis variables y profundidades, mis altos y bajos, mis idas y venidas.
Quisiera parecerme a una ola, de las que dejan una marca al llegar pero una aún más profunda al retirarse.
Y todo esto lo pensé, porque no consigo que esas escapadas me incluyan a mi misma entre las cosas que podría abandonar al menos por 3 días.