Nunca borres de tus recuerdos los aromas de la niñez. La canasta de mimbre del jardín de infantes. La siesta obligada el día de Navidad. La casa en donde creciste. La primera bicicleta. El primer libro que te regalaron. El primer beso. Pero sobre todo, no deberíamos olvidar porqué nos sentíamos incomprendidos. Porqué hacíamos las cosas que lograban que nuestros padres, a nuestro criterio, no entendieran nada de nada.
Con los recuerdos de nuestros hijos vamos borrando los nuestros. Vamos haciéndolos cada vez más insignificantes porque en el fondo, estamos constantemente tratando de recordarles quiénes fuimos para ellos, cuando nacieron. Cómo fue el momento en que descubrimos su primer diente, oímos su primera palabra, acompañamos en sus primeros pasos.
Uno va olvidando de a poco la propia infancia para no descuidar la suya y velamos por su memoria seguramente para subsistir en ella.
Es el único amor que no tiene límites ni reglas a seguir. Son por quienes nos relegamos casi con placer sin esperar recompensas. Por los que daríamos hasta la vida por un segundo de su alegría.
Por eso y por otros tantos motivos más, no quisiera olvidar que mucho de lo que no entendí también ahora me hace incomprensible como madre. Que mucho de lo que no entendían de mi, ahora las hace incomprensibles como hijas.
Con los recuerdos de nuestros hijos vamos borrando los nuestros. Vamos haciéndolos cada vez más insignificantes porque en el fondo, estamos constantemente tratando de recordarles quiénes fuimos para ellos, cuando nacieron. Cómo fue el momento en que descubrimos su primer diente, oímos su primera palabra, acompañamos en sus primeros pasos.
Uno va olvidando de a poco la propia infancia para no descuidar la suya y velamos por su memoria seguramente para subsistir en ella.
Es el único amor que no tiene límites ni reglas a seguir. Son por quienes nos relegamos casi con placer sin esperar recompensas. Por los que daríamos hasta la vida por un segundo de su alegría.
Por eso y por otros tantos motivos más, no quisiera olvidar que mucho de lo que no entendí también ahora me hace incomprensible como madre. Que mucho de lo que no entendían de mi, ahora las hace incomprensibles como hijas.
9 comentarios:
Muy bueno paula y muy sentido mmmmmmm, espero que tus hijas lo lean. Un beso enorme que te llegue cruzando el charco
Precioso y sentido relato querida amiga con el que me he sentido totalmente identificada.
Ahora que mis hijos ya son mayores, de vez en cuando nos gusta jugar a recordar cosas de nuestra infancia, lo que hace que acerquemos muchas posturas porque como bien dices, nosotras también fuimos niñas.
Un placer leerte.
Te mando un abrazo
Paula, emotivo texto que recorre una verdad esencial, en la niñez está el origen de todo pero también buena parte de nuestros refugios. Todo: carácter, visión del mundo, preferencias, relaciones...comienzan a fraguarse desde la niñez y cada detalle, por nimio que parezca, nos acompañará el resto de nuestra vida. E incluso, muchos recuerdos que creíamos desaparecidos emergen de pronto veinte o treinta años después.
Un gusto leerte.
Un abrazo
Qué bonito Paula!
Y no creo que estés dejando a un lado tus recuerdos de niñez, si no, no hubieras escrito este post tan dulce. Intenta conservar siempre un poco de niña en tu interior, aunque sea en blanco y negro, no importa.
Besoss!
Creo que más qu eolvidarla, la rememoramos, hacemos un repaso...
Ahora lo hago yo con mi pequeño nieto de 11 meses...y es todo un goce,
Un abrazo
Estamos del otro lado ahora, tratando de entender lo que pedíamos a nuestros padres que entendieran.
Precioso Paula. Me ha encantado :)
Besos desde el otro lado del enorme charco.
!Cierto Paula! Por ellos, la vida. Un gusto leerte vecina.
Nunca lo había visto así, puede que los padres vivan más intensamente a través de los hijos que de sus propios recuerdos.
Claro que tu has sido niña, pero no tu niña, y tu eres madre, sin ser tu madre, pero es difícil no seguir con la rueda de la eternidad.
Un abrazo
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