Estoy en el cielo. Y mirando hacia abajo, descubro que lo que creemos ser no es otra cosa que una simple copia de lo que quisiéramos. Hay pocos originales. Y digo simple porque lo complejo se nos escapa con el tiempo, nos da fiaca, lo dejamos. Hasta nos cuesta ponerle empeño a ser el modelo de ser que nos gustaría.
Y miro, pero no puedo ver a los ojos a quien brilla con luz propia, pero también está cerca el que iluminado por esa luz ajena, se siente brillante. A ese sí lo alcanzo a ver.
Y sigo mirando, y noto que veo las mismas cosas que veía desde abajo pero de distinta manera. Ahora veo claro igual que vos.
Pintores que le dan a la vida color y brillo y otros que copian con colores turbios.
Veo artistas y artesanos y otros que con simples garabatos pretenden serlo. Locos y cuerdos, separados por una línea muy delgada, la del esmero por parecerse el uno al otro. Amos y servidores, disimulando la necesidad mutua con afecto afectado.
Todas esas especies de hombres/mujeres que estando yo abajo, diferenciaba por sus ideas y convicciones, ahora, desde arriba, se me borran sus límites convirtiéndose en burdas copias. Llegan a donde hay que llegar, demuestran lo que no incomoda, sufren lo que carecen y desperdician lo que tienen.
Pelean por un lugar, sueñan con cosas y no con ideales, viven alimentándose de los que buscan sobrevivir por sí solos.
No llores, te puedo ver. El jardín del Edén quedó muy lejos y aunque fuese el sueño de muchos, el tuyo y el mío, nunca más volverá a ser lo que fue. Nos tocó habitar lo que quedó, el fondo a la derecha, lo que quedó de un sueño, lo que por ser gratis uno debe fabricar.
No llores, que ahora nuestro jardín es el que creamos nosotros mismos. Busca el tuyo aunque esté lejos, regá tus plantas, pintá tus colores preferidos, cantá los sonidos más dulces, ya que nadie lo va a hacer por vos.