No confío en el cuerpo que me devora a medida que pasan los segundos. No confío en la salud física a menos que la mental, la del espíritu, la del alma, no se encuentren enfocadas en las verdades que necesito para seguir. En esa luz que desde adentro me indica lo que sólo yo podría mejorar.
Cuando ese interior duele. Cuando me suplica una ruta diferente. Cuando gime porque no lo escucho, sufre tanto o más que la carne que acarreo desde mi nacimiento.
No confío en el equipaje sino en su contenido. Desconfío de su seguridad cuando olvido empacar lo imprescindible. Cuando aparece esa sensación dos minutos después de partir de que algo me quedó pendiente.
Sé que necesito un cuerpo para movilizarme. Para poder ser. Como depósito. Y sé que necesito cuidarlo más. Que desea mi benevolencia. Amigarse conmigo y volver a ser uno.
Pero sin el ejercicio del entendimiento, quedará tan atrofiado como con la falta del ejercicio de sus músculos.
Nada podría ser yo sin una mente limpia en esta vida brumosa y desgraciadamente nada podré ser sin un cuerpo sano para llevarla a viajar por donde más lo necesita. Pero por momentos sus tiempos no son los mismos. Por momentos el alma pesa más que el dolor corporal.
Creo que cuando ese dolor cambie su destino, podré sentir la necesidad de aportarle vigor a la materia.
8 comentarios:
Estoy de acuerdo, no suelen ir acompasados, le damos preferencia siempre al que más estira, al que más nos demanda...y es tan difícil dar a los dos por igual!!!
Un abrazo
Para mi es tan importante uno como la otra, cuerpo y alma, todo forma parte de ti, y todo muestra lo que eres.
Mima tu alma y mima tu cuerpo, pequeños detalles que te hagan ir volviendo al camino que deseas recorrer. Escucha a ambos y dales lo que necesitan, que vuelvan a estar en sintonía.
Es tan terrible una noche en vela por un dolor de amores como por un dolor de muelas, y si ambos son crónicos ni te digo.
Abrazos fuertes desde este lado parece que ha tocado otoño melancólico por allá?
Paula, adentrarse en tus entradas es sumergirse en un mundo de reflexiones no previstas pero que nos envuelven y nos conducen por laberintos de los que no siempre es fácil encontrar la salida.
Creo que soportamos con mayor fortaleza los dolores del cuerpo, los domesticamos, los paliamos con analgésicos, nos acostumbramos a cohabitar hasta que se vuelven insoportables, claro. Pero para la pesadez del alma, el dolor punzante, los infartos de los que nos reanimamos a duras panas, los tajos,las heridas sangrantes...no hay antídoto. Solo contamos con las fuerzas del pensamiento, que a veces se ausentan, y con una energía extraña que surge y que nos rescata o nos anestesia de alguna manera.
Paula un placer siempre acudir a tu blog.
Un gran abrazo
Me gustó tu reflexión Paula...como diría Assagioli la Divina Nostalgia, lo que anhelamos desde nuestro Ser más íntimo para sentirnos plenos.
Sin embargo no se deben descuidar ninguno de los cuerpos ni el físico, ni el mental, ni el astral (o emocional) y sobre todo el etérico que es el reservoreo de energía.
Meditación, respiración, contacto con la naturaleza, silencio y movimiento, comida sana y toda la alegría que se pueda son los ingredientes perfectos, no siempre se pueden lograr, pero hay que seguir con la antorcha encendida y flameante, tenemos mucho por hacer querida amiga, somos milagros de Dios y por ende tenemos que cumplir nuestro Plan Divino.
Muchos, muchos besos dulce buscadora!
Cuidar el alma es una buena inversión pues si estamos bien interiormente quizá el cuerpo o esa casa en donde habita estará bien. No es necesariamente así pero un alma enferma termina por enfermar la materia.
Excelente entrada.
Saludos desde Suecia.
Estoy con Pluvisca, pero es complicado compaginarlo porque siempre nos ocupamos en lo que vemos y menos en lo que sentimos dentro.... Besitos, hacía mucho que no te visitaba, espero que estés no bien... si no genial.
Cuídate mucho Paula María.
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